La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida


Sabía que hoy sería un buen día cuando me desperté antes que mi alarma y pude apagarla antes que ese ruido ensordecedor me atacara a mí, además la arepa del desayuno no se quemó y por fin pude hacer una buena taza de café bien cargado.
Pero lo que más hacía grandioso este día era que ELLA se había sentado junto a mí en el bus que aunque fuera un viaje muy largo, el simple hecho de poderla ver montarlo una y otra vez hacía que fuera relativamente rápido llegar a mi destino.
Mí día a día empezaba cuando la observaba subir al autobús y tímida y delicadamente pasaba el dinero de su pasaje al chofer, y me hacía trizas cuando llegábamos a su parada y ella no estaba ahí esperando abordar el bus.
Pero hoy era un día diferente, me sonrió al subir y se sentó a mi lado, es un gran avance, ahora solo falta dejar de pensar y tratar de decirle algo, así sea un “qué buen día hace hoy” o hasta hablarle del tráfico y las noticias aunque lo que en realidad quería era decirle cuán bien se veía y lo bella que era su sonrisa al pasar los días.
No me atrevo a mencionar nada, temo meter la pata y que me vea como un acosador, un loco o simplemente como un subnormal, tenía que actuar pronto o perdería la oportunidad de quizá toda mi vida.
ELLA parecía intranquila y un poco nerviosa también, veía como frecuentemente miraba de reojo y jugueteaba con su pelo, con mirarla a los ojos sabía que algo también quería decirme quizá o simplemente le incomodaba mi actitud y mi comportamiento.
Como cada día que la veía, empezaba durante todo mi trayecto a verla mientras en mi mente creaba una historia entre ella y yo, donde siempre resultábamos casados, con muchos hijos, una casa inmensa y la vida perfecta, pasando por cómo sería nuestra primera cita, la reacción que haría cuando le pidiera ser mi novia, cómo iba a pedirle matrimonio y todo lo que en ese lapso de tiempo que podía verla me alcanzara a imaginar.
No sé nada de ella eso está bien claro, pero el contacto NO físico que había entre nosotros decía más que mil palabras y era inexplicable. Me enamoré de su presencia y de la energía que de ella emanaba cada día, su sonrisa y su cabello, sus labios y su cuerpo, y ni hablar de ese par de perfectos ojos que parecían estrellas que brillaban de día.
De un momento a otro el bus se sacudió un poco pero no le doy cuidado, así que sigo en lo mío.
Ya se acabó el tiempo y como cada día dejé pasar una oportunidad mas, ella se paró y caminó a su destino como si nada, eso sí, sin antes guiñarme el ojo. Mi corazón dio un salto y parecía que el tiempo se hacía más lento, como esperando que yo hiciera algo, así que lo hice, miré al frente, me resigné y seguí en mi camino. Es triste pero no podía ofrecerle mucho y quizá ni la merecía. Aunque sé con certeza que daría siempre lo mejor de mí para hacerla reír.
El caso es que, no sé cómo, pero por señales de la vida, el destino o como lo quieran llamar, me pegó una bofetada y cuando volteé a mirar el asiento donde estaba, estaba su cartera. El bus solo llevaba una cuadra aproximadamente desde que ELLA se bajó así que tan pronto pude bajé del bus y corrí a buscarla, sabía dónde cruzaba pero de ahí en adelante era simplemente el instinto quién me llevaría a ella.
Hasta que sentí su agradable aroma en el aire, no hace mucho había pasado por ahí así que me apresuré y tal cual un sabueso busqué su presencia por su olor. No tardé mucho en ver su espalda y entender que si era ella por su peculiar pero embobante caminar, caminé más aprisa y la llamé como “señorita” pues aunque hacía ya casi un año la veía día a día en la misma ruta, no sabía su nombre; igual ella me entendió y aunque algo anonadada por la situación, se detuvo y esperó en la acera mi llegada. Con vos entre cortada le dije que había olvidado su cartera y se la entregué, ella sonrió una vez más –que por cierto tantas en un día me estaban volviendo más loco de lo normal- y dio las gracias con un beso en mi mejilla, invitándome a tomar algo en un restaurante cercano y así parecía empezar la historia de mi vida, la que estaba esperando desde hacía mucho. De repente sentí un escalofrío, y todo como que se vino abajo en medio de un temblor.
Desperté confundido en una camilla conectado a mil aparatos sin saber porqué me dolía tanto el pecho y la cabeza. Una enfermera se acercó y me explicó que había estado inconsciente debido a un accidente que había tenido en el bus que iba. Extrañado le conté que yo me había bajado y estaba con ELLA tomando un café cerca a donde nos bajamos. Pero ella dijo que seguramente fue un sueño porque la chica a la que me refería había muerto de inmediato en el choque y no había nada de real en lo que conté con tanta ilusión.
Mi mundo se vino al piso en un momento, la mujer que hacía que despertara temprano, me alistara y arreglara con tanto esmero y ganas de empezar mis actividades matutinas ya no estaba y por mas dolor que tuviera físicamente el dolor que ahora sentía en el corazón y la presión que había en él eran mucho más horribles. Como dije, puede que no la conociera pero no la amaba por quien era ella sino por quien yo era gracias a su simple presencia.
Ya no había nada que hacer solo despertar de mi ilusión y seguir, lastimosamente muchas veces estas sorpresas nos da la vida.
Estamos tan atrapados en nuestra fantasía esperando ser felices buscando algo por lo que luchar que volamos de lo livianos que somos porque nuestras ideas suben y nos llevan con ellas, y de repente como esta vez, nos tiran un baldado de agua fría y nos mandan a despertar viendo lo cruda y cruel y oscura que es la realidad.
Desperté en la mañana pensando en un grandioso día, y terminó en una tarde de tragedia donde no sabía qué seguiría. La vida nos da sorpresas y nosotros no podemos escoger si serán buenas o malas solo esperar que ellas aparezcan y tratar de asumir lo que con ellas llega.

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